Cuando sopla la Tramuntana, el cielo del Empordà se limpia de nubes, y la luz aparece cristalina, como si el horizonte se liberara de cualquier barrera. Los cielos azules se hacen más intensos, y las sombras de las colinas parecen más profundas. La luz es distinta cuando este viento hace acto de presencia, como si todo el paisaje respirara un aire renovado, lleno de energía y vitalidad.
La Tramuntana es, a la vez, calma y tormenta. A veces cuchichea suavemente entre las viñas, llevando consigo el aroma de la tierra seca y las viñas, impregnados de sol y de historia. Otras veces, irrumpe con una fuerza tan feroz que parece querer arrancar todo lo que encuentra en su paso, como si quisiera purificar el mundo, hacerlo renacer de sus cenizas.
Pero este viento no es un simple fenómeno meteorológico. Es poesía en movimiento, inspiración para poetas y artistas, un elemento indomable que ha marcado la vida de los habitantes del Empordà a lo largo de los siglos. La Tramuntana ha dado forma a la vegetación, a los paisajes, e incluso a las personas. Se dice que aquellos que viven bajo su dominio tienen un carácter forjado por su presencia: fuerte, tozudo y libre.
Dalí , hijo de este viento, lo sabía bien. Sus obras surrealistas, que desafían la lógica y el orden establecido, parecen resoplar con el espíritu libre e imprevisible de la Tramuntana. Como el viento, el arte de Dalí no se puede contener, no se puede predecir. Fluye, como el aire que se arrastra por las montañas y los campos del Empordà, sin fronteras, sin límites.
Paseando por los paisajes ampurdaneses, la Tramuntana acompaña cada uno de tus pasos. En el silencio de la mañana, sientes su aliento fresco. Por la tarde, cuando el sol declina, llega con más fuerza, llenando el aire de vida, de promesas incumplidas, de recuerdos pasados y de aventuras para vivir.
Es el viento que te recuerda que la naturaleza está viva , que el mundo es cambiante, y que el tiempo pasa como las ráfagas que se pierden en el infinito. La Tramuntana es la voz antigua de una tierra que nunca se deja dominar del todo, una fuerza que se mantiene constante y eterna, haciendo del Empordà un lugar que siempre te llama a volver.
Fotografías: Anna Pla-Narbona