Su taller, rodeado de un entorno que parece hecho a medida para la creación, es un espacio donde suceden cosas. Aquí, sus piezas no son solo objetos. Son fragmentos de una conversación con la naturaleza, reflejos del territorio que ama e interpreta. Su obra respira tierra, costumbres y relatos, y cada pieza nace de un juego de búsqueda y experimentación donde el azar juega un papel clave.
Ella confiesa que “a veces, una pieza terminada no es suficiente”. Cuando esta solo transmite lo que ella quiere decir, se hace necesario ir más allá, dejar que sean los materiales los que hablen. y así, con un vínculo profundo con la naturaleza, da voz a lo que siempre ha estado allí: el paisaje, la memoria y el paso del tiempo.
Sus manos trabajan con la tierra, un material que recoge de su entorno. La tierra que nos sostiene y nos observa mientras pasamos de largo. La cerámica de Caterina es, en el fondo, una reflexión sobre nuestra conexión con los elementos y el legado que nos rodea.
En cada pieza se escucha el murmullo del viento, el diálogo del fuego, la caricia del agua y el peso de la tierra. Sus creaciones no solo decoran, sino que cuentan historias, evocan emociones y nos recuerdan de dónde venimos. En el universo de Caterina Roma, el arte es un retorno a la esencia, una conversación honesta con el mundo natural.