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HISTÒRIES

Ser testigo de la naturaleza

Aquí arriba el cielo está más cerca. El Ripollès, comarca de montañas y valles verdes del Pirineo de Girona, nos invita a mirar el mundo con otra perspectiva.

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Aquí, la naturaleza no se observa de lejos: se convive con ella. Con su verde intenso, sus cumbres y sus campos abiertos, este territorio te habla con voz clara y con el eco de una historia antigua que todavía late entre piedras y senderos. Así, te invita a sentarte una vez que llegas al punto más alto, a respirar lentamente, a quitarte los zapatos y a sentir la hierba fresca en los pies.

En ese momento, tan sencillo y puro, todo cambia. El aire es más limpio, el tiempo parece detenerse y el ruido desaparece para dar paso al canto de los pájaros, y una sensación de plenitud te invade. Ser espectador de la naturaleza, con su flora delicada y la fauna discreta, te hace sentir pequeño, sí, pero también afortunado. Aquí todo parece más grande y, al mismo tiempo, más íntimo.

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Hoy no hemos llegado al Puigmal, el pico más alto del Ripollès. Pero no hace falta llegar a la cima para tocar el cielo. Solo hay que dejarse llevar. Parar en un mirador y ver cómo la luz de la mañana se cuela por los valles, o sentir el crujir de la nieve bajo los pies cuando el invierno lo pinta todo de blanco. Recorrer carreteras secundarias, subir por caminos que serpentean entre prados y bosques, dejar que el paisaje te vaya transformando poco a poco, sin prisas.

Y es entonces cuando te das cuenta de que la naturaleza no pide nada. Solo que estés. Que la mires de verdad. Que seas testigo y no juez ni protagonista de lo que nos ofrece cada día: un espectáculo discreto y majestuoso a la vez. Un silencio lleno de significado. Una forma de paz que no hace falta entender, solo vivir.

Aquí arriba, el cielo está más cerca. Pero es en la tierra, en contacto con el paisaje vivo y libre, donde todo cobra sentido.

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